La tolerancia es respeto, aceptación y apreciación de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, nuestras formas de expresión y formas de ser humanos.” 

– Declaración de Principios de Tolerancia

El pasado lunes 16 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Tolerancia. Este día conmemorativo fue declarado en 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en la Declaración de los Principios de la Tolerancia con el objetivo de promover el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos los individuos sin distincción de ningún tipo, ya sea por raza, sexo, idioma, nacionalidad, religión o discapacidad. La tolerancia es la armonía en la diferencia, la virtud que hace posible la paz. Es aceptar el hecho de que cada uno tiene el derecho a vivir su vida en paz y ser quien y como quiera ser.

Han pasado 25 años desde aquel día y parece que hemos olvidado el valor de la tolerancia. Nos encontramos en un mundo globalizado, con un rápido crecimiento de la movilidad, la comunicación y la interdependencia, una gran escala de migraciones y desplazamientos, es decir, en constante cambio. Resulta sorprendente observar cómo en los últimos años se ha producido un crecimiento de la intolerancia y de los conflictos culturales. Esta intolerancia, de acuerdo a una encuesta publicada en 2019 por Gallup, una firma global de analítica y asesoramiento, va dirigida especialmente hacia la población migrante y refugiada. Siete países europeos, entre los primeros Macedonia del Norte, Hungría, Serbia y Croacia, encabezaron el índice de los países menos tolerantes del mundo. ¿No es preocupante que el continente que dio vida a este valor fundamental, multicultural y pluralista, lo vea desaparecer?

En 2015 y 2016 la crisis de los refugiados aparecía diariamente en las noticias. Las llegadas pasaron de 60.000 en 2010 a 280.000 en 2014 y más de un millón en 2015, un año que será recordado por la imagen del pequeño Aylan en una playa de Turquía. Si bien en algunos países se les recibió abiertamente, alzando carteles de “refugees welcome” y la sociedad civil se solidarizó con estas personas que huían de la guerra, la realidad hoy es otra. Sin embargo, no es de extrañar que la ciudadanía tenga una percepción negativa sobre la inmigración. La actitud exclusionista, particularista nacional y populista de algunos partidos políticos y los titulares amarillistas de las noticias con los que nos bombardean a diario no nos permite conocer la realidad de la situación y desarrollar un pensamiento crítico. No ayuda, tampoco, la incapacidad de la Unión Europea para gestionar el delicado tema migratorio, lo que es evidente en Lesbos, donde más de 13.000 refugiados viven en precarias condiciones desde 2015 en el campo de Moria

El Movimiento contra la Intolerancia señala que “todos los actos de intolerancia constituyen amenazas para la convivencia democrática, la consolidación de la paz en diferentes ámbitos y graves obstáculos para el libre desarrollo de la persona”. La intolerancia, en suma, impide a las personas, principalmente a los migrantes y refugiados, poder disfrutar de sus derechos y perseguir sus propios planes de vida. En una sociedad cada vez más multicultural, debemos aprender a respetarnos y a aceptarnos en la diversidad, con especial atención a quienes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. La vida para muchas personas es sumamente difícil, y lo que podemos hacer es a veces muy limitado, por lo tanto, hemos de ser conscientes de los efectos que nuestras acciones, aunque pequeñas, pueden tener para el resto.

¿Cómo se puede combatir la intolerancia?

  • A través de la ley. Es responsabilidad internacional de los gobiernos el hacer promover y garantizar los derechos humanos, prohibir y castigar los delitos motivados por prejuicios y la discriminación, y garantizar la igualdad de acceso a la justicia. Sin embargo, la ley es necesaria pero no suficiente.
  • A través de la educación. La medida más eficaz para promover la tolerancia es la educación en valores cívicos, en igualdad, en derechos humanos y en diversidad cultural. Como dijo Maya Angelou, “es hora de enseñar a los jóvenes desde el principio que en la diversidad hay belleza y hay fuerza”.
  • A través de la información – de calidad. Es imprescindible distinguir entre hechos y opiniones, contrastar información y no limitarse a los títulos para conocer la realidad que nos rodea. Por ello, y para limitar la fuerza de quienes promueven el odio, hemos de luchar por la libertad – real – de prensa y el pluralismo.
  • A través de la conciencia individual. La intolerancia engendra intolerancia. Para combatirla, las personas hemos de tomar conciencia del vínculo entre nuestro comportamiento y el círculo vicioso de desconfianza y violencia social.
  • A través de la acción local. No debemos esperar a que los gobiernos y las acciones actúen solos cuando nos enfrentamos a una escalada de la intolerancia a nuestro alrededor. 

Infórmate y actúa. Intolerance can be unlearned.

Autora: Maria Almela Gambin

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