Convertirse en un “MENA” en España es dejar de ser niño

 

No hay imagen que despierte más ternura y empatía que la de un niño. Sobre todo, si éste está solo y en un país que no es el suyo, donde no conoce ni la lengua ni la cultura y no hace más que encontrarse con barreras demasiado altas como para superarlas. Sin embargo, a pesar de la difícil situación a la que se enfrentan muchos de ellos, en España sufren una gran desprotección y un oleaje de odio que les convierte en “MENA” para dejar de ser niños

Comenzamos con la demonización de la abreviatura “MENA”, que no es más que un término vacío de contenido y lleno de odio. Vacío porque invisibiliza la parte más importante del colectivo: el hecho de que son niños y niñas. Niños y niñas que se encuentran solos, sin una persona adulta que les proteja y un futuro incierto. Si bien la generalización suele ser un fallo, cuando hablamos de niños y niñas migrantes, con orígenes, historias, culturas y realidades tan diferentes, ésta se vuelve más que un problema. Por otro lado, la palabra, llena de odio, conlleva una carga negativa evidente, que se vincula a menudo con la peligrosidad, la delincuencia, y a hechos y cifras no fidedignas. Por eso es muy importante que pongamos nombre y rostro a cada uno de estos niños, niñas y adolescentes menores.

El psicólogo sanitario José Elías explica que este término “lo que hace es despersonalizar y poner en un grupo de personas y una masa a niños cuando éstos son únicos e irrepetibles y eso borra todo su bagaje que tienen a nivel cultural y personal”. En palabras de Lourdes Reyzabal, presidenta de la Fundación Raíces, “Es como si la propia ley y la administración hubieran conseguido crear una especie de colectivo aparte de todos los niños y niñas que se encuentran en el territorio español. Toda la sociedad considera que no son niños y niñas como el resto de los niños que están en desamparo. Por lo tanto, se propone el nombre deNiños, Niñas y Adolescentes Migrantes No Acompañados (NNAMNA), un término más difícil de pronunciar y que (al fin) resalta su condición de infancia. 

 

¿Cuál es la situación actual de los niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados?

Según datos del Ministerio del Interior, España tenía acogidos o tutelados por los servicios de protección de menores de las comunidades autónomas a 12.323 niños y niñas a julio de 2019. La mayoría de éstos son niños y suelen tener edades más cercanas a la adolescencia que a la infancia. Como indica el antropólogo García Castaño y la organización Save the Children, no hay tantos datos sobre entrada de niñas porque a menudo llegan en redes de trata, por lo que su situación es más grave y se ven expuestas a un peligro mucho mayor. 

La mayoría de ellos provienen de Marruecos y Argelia, aunque también proceden del África Subsahariana, Europa del Este y Oriente Medio. Los motivos de salir de sus países de origen son la pobreza, la falta de futuro, situaciones de desestructuración familiar, la guerra, catástrofes familiares, violencia, persecución y situaciones de violación generalizada de los derechos humanos. En el siguiente estudio, se analiza más a fondo el perfil de estos niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados. 

Según un informe de la Generalitat sobre los 3000 menores migrantes que había aproximadamente en Cataluña en marzo de 2020, el 91% de ellos no tenía ni requerimientos policiales ni judiciales. Hemos podido ver como manifestaciones, incluso en los barrios más pobres de Madrid, se levantaban contra el “aumento de la criminalidad causada por los MENA”. Sin embargo, no existe constancia de ningún estudio con respaldo, ni ninguna correlación entre los “MENA” y un aumento de la delincuencia.  De hecho, en el portal estadístico de criminalidad, según las detenciones e investigados menores de 2018 y 2019, ha habido un aumento de la criminalidad en líneas generales, no solo de los menores extranjeros. Esto se debe a otros factores y no al hecho de que la cantidad de niños y niñas extranjeros haya aumentado, ya que no ha habido un incremento desproporcionado de la criminalidad de este grupo frente a la de los nacionales. 

En líneas generales, respecto a los recursos con los que cuentan estos menores, en primer lugar, nos encontramos con la necesidad de asesoramiento jurídico. Debido a su situación irregular, lo primero que se hace cuando llegan es tramitar su repatriación y si no es posible, su permiso de residencia una vez hayan pasado 9 meses tutelados por la Comunidad.  En cuanto al estado de salud, si el menor presenta problemas graves, se atiende en los primeros centros a los que acude (GRUME y Centro de Acogida de Protección). Si no se trata de ningún problema grave, entonces se trataría en los centros residenciales. En relación con la educación y/o formación, según la edad se establecen en los diferentes recursos educativos o formativos. A los menores de 16, se les inscribe en los colegios públicos de la Región, y a los mayores en talleres formativos. La educación sexual, conductas de comportamiento, educación sexual, sobre drogas, etc. se intentan cubrir a través de los educadores sociales de las residencias. El aprendizaje del lenguaje se hace a través del colegio además de cursos de español que ofrece Cruz Roja. 

 

¿Cuál es la realidad de estos niños y niñas?

La realidad de estos miles de niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados es que su integración social en España es muy difícil, y no sólo por su desconocimiento del lenguaje y las diferencias culturales, sino también por la xenofobia y el racismo presentes en la sociedad española. Hablamos de racismo, humillación y malos tratos incluso en los centros de menores no acompañados, como el de la Purísima. En palabras de un antiguo menor de este centro, “Siempre hay maltrato en el centro. Algunos vigilantes te meten en un cuarto, que no tenga cámaras ni nada, y empiezan a maltratarte”. Otro menor de 17 años en Cataluña afirma que “la vida aquí es muy complicada porque vivimos en el bosque y no tenemos nada”.  

La otra realidad de estos menores es que a los 18 años obtienen un permiso de residencia que no les permite trabajar. La ley de extranjería del 2011 dice que hay obligación de documentar a los menores y dar sólo un permiso de residencia. Sin embargo, para conseguir un permiso de trabajo tienen que conseguir que un empresario les haga un precontrato mostrando su interés de contratarlos durante un año a jornada completa o un salario mínimo interprofesional, situación que es muy difícil que ocurra y que impide la integración de estos menores. 

Además, sabemos que las comunidades apoyan y cubren las necesidades de los menores sólo hasta que son repatriados o se escapan de los centros. Debe haber una reestructuración profunda sobre los recursos y los presupuestos, ya que, si en vez de gastar dinero en devolverlos a sus países de origen se hiciera una inversión en ellos para protegerlos, formarlos y darles un futuro en España, estos podrían participar en la sociedad y aportar más y de manera más efectiva social, cultural y económicamente

 

A modo de conclusión, os dejamos aquí la entrevista a Abdellatif Laqiasse, ex menor extranjero no acompañado que ahora se ha convertido en educador social. Vino a España con ilusión de mejorar su situación familiar y un futuro y se encontró con “una situación muy difícil, sintiéndose como una cifra, un número más sin la documentación ni el permiso necesarios para trabajar”. 

Es hora de dejar atrás el término “MENA” y todo lo que conlleva. La educación, la integración social y laboral y la sensibilización son más que necesarios para garantizar la protección, el bienestar y el desarrollo personal de estos miles de niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados que viven en España. Es hora de desmentir bulos, despolitizar su situación y luchar por la igualdad y la protección de los derechos de todos los niños y niñas del mundo.

 

Autora: Paula Pareja Ramírez

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