Un desastre natural, el estallido de una guerra, la falta de recursos económicos, la persecución… son muchas las razones por las que refugiados y migrantes dejan atrás sus hogares en búsqueda de una vida mejor. La imposibilidad de llegar a otro país por vías legales –debido a la falta de recursos o de conocimientos del proceso- acaba creando las conocidas rutas de migrantes. Ya sea por mar o por tierra, en África o Europa, todas ellas conllevan peligros mortales.

El Mediterráneo es una de las principales rutas de migración. Se dirige a las costas europeas, principalmente desde el norte de África y la Península arábiga. Estos movimientos se incrementaron especialmente en 2015 con el agravamiento de la guerra civil siria. Pero este viaje marítimo suele hacerse en pésimas condiciones: las mafias se aprovechan de la desesperación de estas personas y, en embarcaciones que apenas se mantienen a flote, mandan a miles de migrantes a mar abierto. En los últimos 20 años, más de 300.000 personas han muerto tratando de cruzarlo.

Los desplazamientos en el continente africano se concentran en su interior. En África Central, miles de personas se mueven de un país a otro debido a la inestabilidad política de toda la región. Esto se da especialmente en Sudán del Sur, Burundi, la República Centroafricana y la República Democrática del Congo. Uganda es uno de los principales receptores. Por su parte, África Occidental es un lugar de tránsito hacia Europa, así que muchas personas se concentran allí en su viaje a Occidente. Aún así, la mayoría decide no salir al Mediterráneo y se desplazan dentro de sus países o hacia los vecinos.

Dentro del continente sudamericano, casi cinco millones de venezolanos han huido de sus países a causa del hambre y la falta de recursos. Esta ruta les lleva hacia el resto de América, principalmente Colombia, o hacia el océano Atlántico, para llegar a España. Un poco más al norte, en Centroamérica, miles de personas se dirigen hacia México y Estados Unidos para huir de la violencia e inseguridad de las calles. Pero esto les sigue durante todo su camino: robos, secuestros, tortura, agresiones sexuales e incluso ejecuciones son algunos de los peligros a los que se pueden enfrentar en su ruta hacia Norteamérica. Muchas  veces estos ataques se dan por parte de las propias autoridades, pero también son agredidos por particulares y grupos organizados como las maras. A ello se le suman accidentes por la fauna (víboras e insectos venenosos) y las condiciones climáticas de la región (insolaciones, deshidratación). Sin embargo, la mayoría de accidentes se dan en transportes, al intentar subirse a trenes en marcha y camiones.

Pasando a Oriente Medio, la guerra de Yemen ha provocado que millones de personas se desplacen hacia otros países de la Península Arábiga o el Cuerno de África. El principal receptor de este flujo migratorio es Somalia, cuyos ciudadanos también están huyendo hacia otros países debido a la crisis política y climática del Estado. Por ello, esta ruta también se da a la inversa: del Cuerno de África a Yemen. El migrar hacia naciones devastadas por conflictos bélicos y políticos hace que los Estados sean incapaces de alojarles y que las personas desplazadas sufran constantes abusos y detenciones injustificadas.   

En Asia, son Afganistán y Myanmar los puntos más calientes en desplazamientos humanos. Un tercio de los ciudadanos afganos han huido por los diversos conflictos que se han sucedido en el país los últimos 40 años. En Myanmar, es la persecución hacia los rohingya la que ha causado que más de 700.000 personas de esta etnia musulmana huyan a Bangladesh. Otra opción que se les presenta es la huida en barco hacia Malasia, pero no es mucho más segura: en 2015, 5.000 personas fueron abandonadas a su suerte por los traficantes en estas embarcaciones, en mitad del océano.

Son cientos de rutas y cientos de peligros los que quedan por mencionar y seguramente sean más los que aún no se conocen. La situación vulnerable de migrantes y refugiados les expone a incontables violaciones de sus derechos humanos y los hace más susceptibles de ser víctimas de delitos como la explotación o la trata de personas. Solo respuestas internacionales y coordinadas podrán dar solución a tantos problemas. Es por ello que la cooperación y el apoyo entre los países es clave para poder crear rutas más seguras, que garanticen la protección de los Derechos Humanos. Se necesitan más acciones que pongan un foto de atención en estos problemas, porque, como dijo Gioconda Belli, «uno no escoge el país donde nace».

Aún queda mucho camino por recorrer, pero cada paso ayudará a conseguir que los Derechos Humanos sean realmente universales.

Autora: Lydia Hernandez Tellez
Fecha: 26/04/2020

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