“Quién tema el referéndum; teme la verdad 
 Xanana Gusmão; primer presidente del Timor Oriental 

La lucha por la condición jurídica y política del Sáhara Occidental es uno de los resultados de los conflictos coloniales que la Comunidad Internacional viene arrastrando desde finales del siglo pasado. A comienzos de la década de los setenta del siglo XX, el Frente Polisario comenzó a hacer notar sus presiones sobre el dominio colonial español de manera progresivamente más violenta. El Frente Polisario desplegó a partir del año 1973 una estrategia de guerra de guerrillas a gran escala, en un terreno difícil y con un enemigo que se batía en retirada; pues la frágil posición internacional del régimen del general Franco no permitía a la política exterior española contar con un amplio margen de maniobra.  

De esta maneraasediado por la inestabilidad política interna, las limitadas capacidades debido a la frágil salud del jefe del Estado y las presiones internacionales, el sultán de Marruecos decidió anexionar el territorio saharaui por medio de una estrategia de aumento de la presión política de manera gradual. Así, en noviembre de 1975, el gobierno marroquí decidió coordinar la llamada “marcha verde”, una movilización civil masiva de fervor patriótico magrebí combinada con un avance militar, para presionar al gobierno español en aras a la entrega del territorio colonial, como ya había ocurrido en décadas anteriores con el Protectorado y el territorio de Sidi Ifni.  

Ante la precaria situación tanto interna como internacional del régimen franquista, se alcanzarían a toda prisa los “Acuerdos Tripartitos de Madrid”, con intención de realizar la partición del territorio entre el Reino de Marruecos y Mauritania. El tratado recibió el apoyo de grandes potencias occidentales como los Estados Unidos o Francia, con claros intereses económicos en los ricos mineral de la región y los contratos que le serían concedidos por su relación preferente con Marruecos. Sin embargo, ante esta atropellada evacuación del territorio colonialse escondía el drama del pueblo saharaui; abandonado a su suerte por unas fuerzas de ocupación que huían para salvar su reputación ante el avance de las segundas fuerzas ocupantes, Marruecos y Mauritania.  

La ocupación mauritana del sur del territorio de Río de Oro se solucionaría relativamente rápido, ya que ante la oposición del Frente Polisario y su situación geopolítica, decidiría abandonar el territorio en un espacio de tres años, cediendo este a la ocupación marroquí.  

La posición del Frente Polisario permitió la oposición violenta frente a las Fuerzas Armadas marroquíes, en un duro conflicto que sólo se vería detenido en 1991, cuando la Organización de las Naciones Unidas propuso un alto al fuego. Si bien las condiciones de esta tregua serían bien recibidas por ambos bandos en combate, el referéndum que debía asegurar el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui nunca se llegó a producir. La configuración interna de las propias Naciones Unidas tampoco sirve de ayuda, ya que Francia ha vetado sistemáticamente cualquier intento de resolución del conflicto haciendo uso de su poder de veto en el Consejo de Seguridad y apoyando de manera firma la ocupación del territorio del antiguo Sáhara Español.        

Tras la invasión marroquí, se calcula que la mitad de la población saharaui huyó, instalándose en campos de refugiados en la remota frontera del desierto con Argelia. Muchos de ellos y sus descendientes aún malviven allí. Se trata de algunos de los campos de refugiados más antiguos del mundo, estando en pie durante aproximadamente de cuatro décadas, esperando el aparentemente inmóvil camino del derecho a la autodeterminación. 

Uno de los primeros problemas logísticos que debe afrontar la población saharaui en los campos argelinos es el de la ayuda humanitariaEsta se dosifica siguiendo el criterio lógico de Naciones Unidas: entender que la situación es transitoria hasta que se celebre el referéndum. Por ello, después de cuatro décadas de asentamiento, el pueblo saharaui, ominosamente forzado al asentamiento en campos en el desierto, debe recibir ayuda humanitaria siguiendo un criterio de eventualidad. Generaciones enteras han nacido y se han criado entre las tiendas de los campamentos saharauis, y los problemas derivados de esta situación siguen haciéndose sentir: la desnutrición y la anemia  se han asentado de forma perenne en dichos campamentos. La ayuda alimentaria destinada a estos campamentos se basa, de manera general, en pastas de cereal molido, de elevado contenido calórico, pero muy bajo contenido nutricional. Como el lector podrá sobreentender, las deficiencias nutricionales de los refugiados saharauis en estos campos es más que evidente.  

La situación de los territorios del Sáhara Occidental ocupados por Marruecos no es, a pesar de lo que se podría pensar en un primer momento, mejor.  

El sultán de Marruecos ha reconocido en numerosas ocasiones y de manera personal, al igual que lo han hecho numerosas autoridades de sus gobiernos, que el tratamiento de la población saharaui es óptimo en todos los sentidos. Sin embargo, las denuncias de casos de violaciones de los Derechos Humanos se han ido acumulando en los escritorios de los observadores internacionales con el paso de los años.  Sirva como muestra la brutal represión vivida en varias ciudades ocupadas tras la victoria de la selección argelina de fútbol en la Copa Africana de las Naciones  

El apagón mediático orquestado por el Gobierno de Marruecos respecto de los eventos que se suceden en el Sáhara Occidental impide, de forma más que notable, la recogida de información acerca del territorio, Las subvenciones internacionales concedidas para el desarrollo del territorio a concesionarias marroquíes son absolutamente opacas, y las pruebas de ese desarrollo brillan por su ausencia. El territorio, por ejemplo, no cuenta con ninguna Universidad propia y los estudiantes que acceden a estas instancias del estudio deben trasladarse a territorio marroquí, donde cualquier versión que se desvíe de la ortodoxia del Gobierno conlleva expulsiones y severos castigosPor ejemplo, cuando las empresas le preguntan a Marruecos si están usando el dinero para desarrollar el Sáhara Occidental, siempre afirman que lo están haciendo. El territorio cuenta con una red de carreteras, construidas en su enorme mayoría por la antigua metrópolis colonial, y no cuenta con ningún establecimiento sanitario como hospitales o centros de enfermería.  

Ante esta situación límite, el riesgo de radicalización crece cada vez más entre la población más joven. En una reciente entrevistaAhmed Saleh, representante del ministerio de salud de la República Árabe Saharaui Democrática, reconoció indignada: “En las calles, la gente simplemente está harta. Piensan que la ONU y la comunidad internacional no están haciendo su trabajo. Entonces la guerra se convierte en una opción que discutimos. No estamos rompiendo el alto el fuego, pero Marruecos lo ha hecho en repetidas ocasiones y la ONU no ha hecho nada».  

 

Autor: Miguel Garcia Martin

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