Los desplazamientos y migraciones ambientales continúan en la sombra.
El cambio climático y sus efectos han probado ser el catalizador de grandes retos a los que nos enfrentamos hoy día. Los más conocidos son aquellos que tienen relación directa como el aumento de las temperaturas o el aumento del nivel del mar por el deshielo de los cascos. Sin embargo, existen otras problemáticas humanas invisibles a la ciudadanía: los desplazamientos intra- y trans-fronterizos de millones de personas y comunidades a causa del cambio climático y desastres. Y estos requieren de una atención y acción urgente.
Los conflictos, en su definición tradicional, no son la única causa de los desplazamientos. Las sequías, desertificaciones y tormentas repentinas, como ejemplos, conllevan la pérdida de recursos y de terreno cultivable, desencadenando cuestiones de alta importancia para las personas. Las más conocidas son el hambre, la imposibilidad de supervivencia y el aumento de la inestabilidad política y económica. Todo ello tiene una tercera consecuencia: la agravación de conflictos emergentes o existentes, especialmente debidos a la desigual distribución de los recursos.
Los colectivos reconocidos como más vulnerables en materia de desplazamiento, como menores y mujeres, son triplemente vulnerables por su estigmatización e invisibilidad en numerosos países y regiones, siendo el mayor número de personas desplazadas por el clima. Los países más afectados son aquellos menos industrializados y más pobres, cuya supervivencia depende de la naturaleza, mientras que aquellos que generan altas cantidades de gases de efecto invernadero no sufren los efectos de sus emisiones. Por ello, la comunidad internacional, especialmente las potencias industriales, deben asumir su responsabilidad en este sentido.
El primer caso surgió en 2013, cuando Ioane Teitiota, un ciudadano de Kiribati, formuló la primera solicitud de asilo por razones climáticas a Nueva Zelanda. Ésta fue rechazada por no cumplir con los requisitos establecidos en la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados. Efectivamente, dicha convención no respalda a aquellas personas que emigran por causas climáticas. Siete años después, mientras los riesgos de desplazamiento forzado por desastres naturales se han duplicado desde 1970, con más de 17,2 millones de nuevos desplazamientos internos, aún no existe un mecanismo de protección ni reconocimiento formal.
Sin embargo, sería omitir la realidad el decir que no se está trabajando al respecto. Desde conferencias internacionales y regionales a declaraciones y acuerdos en materia de migraciones, con un enfoque en cambio climático y desastres, estos millones de personas están cada vez más cerca de conseguir la estabilidad y la protección que necesitan. La Iniciativa Nansen, un proceso consultivo que integra a la sociedad civil y a determinados Estados, ha sido la que ha dado el paso más grande: la creación de un término integral que, poco a poco, está siendo utilizado y asimilado por la comunidad internacional. Desde entonces, es más preciso referirse a “personas desplazadas en el contexto de desastres y cambio climático”, ya que el cambio climático genera desplazamientos internos y afecta a las personas dentro de sus propios países.
Asímismo, elaboró en 2015 la “Agenda para la protección de las personas desplazadas a través de fronteras en el contexto de desastres y cambio climático”, dirigida hacia tres pilares fundamentales: reducción de la vulnerabilidad y aumento de la resiliencia; facilitación de la migración y reubicación; y respuesta a las necesidades. Este documento ha servido y sirve de base y directriz para las acciones futuras y en curso en este ámbito. Con cada acción, estamos más cerca de encontrar una solución.
Los desplazamientos a causa del cambio climático y los desastres han demostrado, una vez más, la relación e interconexión entre los individuos, la sociedad y nuestro entorno. El no cuidar de nuestro planeta tiene repercusiones más preocupantes que una cifra más alta en los termómetros de la calle o el informativo meteorológico. La degradación medioambiental descontrolada afecta la vida de miles de millones de personas en el mundo y no somos conscientes de ello, aunque sí responsables.
Es nuestra responsabilidad colectiva e individual preservar y cuidar el mundo en el que todos vivimos y, con ello, a todas las personas que vivimos en él.
Autora: Maria Almela Gambin
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